Llegaste en una cajita de Solán de Cabras, mi padre me la dió y creí que era para tirarla, cuando llegué a la basura oí un ruido dentro, miré y ahí estaban tus ojitos, azules y grandes...
Te escondiste detrás de un baul y no parabas de llorar y pensé: "Este es un teatrero, vamos a llamarle Willy, como Shakespeare"
Y aquí estabas, los dos eramos niños y por suerte los años han coincidido de tal manear que hemos crecido juntos.
Tus grandes costumbres: Dormir conmigo, despertarme a maullidos en mitad de la noche, comer como si no hubiese un mañana, jugar con las gotas que caían por la mampara mientras me duchaba, mirar a la paloma que se posa todos los días en la farola de enfrente, escuchar los pajaritos por las mañanas en la terraza, tumbarte al sol, asomarte a mi ventana en verano...
Cuando todavía eras pequeñito había una columna en medio del salón y jugabamos al escondite en ella.
No puedo hacerme una idea de la cantidad de veces que recurrí a tí cuando no sabía donde ir, no sé cuantas tardes me habré tumbado a tu lado solo para oírte respirar y relajarme, ni cuantas veces me habré apoyado en tu tripita para escuchar tu corazón.
No tengo ni la menor idea de si el tópico de que los gatos son vengativos y ariscos es cierto, lo que sé es que tu nunca has sido así. Puedo asegurar que careciste de toda maldad, y ojala los humanos fueran la mitad de buenos de lo que tu has sido.
Willy, no hace ni 24 horas que no estás y todavía no sé como me las voy a apañar para llegar a casa y que no vengas a saludarme. No me esperaba que te fueras todavía y me da pena pensar que nuestro camino juntos ha terminado ya.
Muchas veces sentí que mi casa era esta porque tu estabas en ella, y que allí donde fuese yo, tu vendrías conmigo. Bueno, ya no vas a poder venir físicamente, pero creo que seguiremos juntos siempre, porque los dos somos lo que somos, porque hemos crecido juntos.
Como dice una amiga, seguro que estás en el cielo de los gatos, rodeado de aceitunas y lonchas de mortadela.
Mi pequeño de ojos azules, mi naricilla rosa y negra, mi huellita, mi hermano mudo... te voy a echar de menos durante mucho tiempo, pero volveremos a vernos, lo sé, esperame allí donde estés que algún día llegaré y volveremos a jugar al escondite.
Te voy a querer siempre, gordito.

Te escondiste detrás de un baul y no parabas de llorar y pensé: "Este es un teatrero, vamos a llamarle Willy, como Shakespeare"
Y aquí estabas, los dos eramos niños y por suerte los años han coincidido de tal manear que hemos crecido juntos.
Tus grandes costumbres: Dormir conmigo, despertarme a maullidos en mitad de la noche, comer como si no hubiese un mañana, jugar con las gotas que caían por la mampara mientras me duchaba, mirar a la paloma que se posa todos los días en la farola de enfrente, escuchar los pajaritos por las mañanas en la terraza, tumbarte al sol, asomarte a mi ventana en verano...
Cuando todavía eras pequeñito había una columna en medio del salón y jugabamos al escondite en ella.
No puedo hacerme una idea de la cantidad de veces que recurrí a tí cuando no sabía donde ir, no sé cuantas tardes me habré tumbado a tu lado solo para oírte respirar y relajarme, ni cuantas veces me habré apoyado en tu tripita para escuchar tu corazón.
No tengo ni la menor idea de si el tópico de que los gatos son vengativos y ariscos es cierto, lo que sé es que tu nunca has sido así. Puedo asegurar que careciste de toda maldad, y ojala los humanos fueran la mitad de buenos de lo que tu has sido.
Willy, no hace ni 24 horas que no estás y todavía no sé como me las voy a apañar para llegar a casa y que no vengas a saludarme. No me esperaba que te fueras todavía y me da pena pensar que nuestro camino juntos ha terminado ya.
Muchas veces sentí que mi casa era esta porque tu estabas en ella, y que allí donde fuese yo, tu vendrías conmigo. Bueno, ya no vas a poder venir físicamente, pero creo que seguiremos juntos siempre, porque los dos somos lo que somos, porque hemos crecido juntos.
Como dice una amiga, seguro que estás en el cielo de los gatos, rodeado de aceitunas y lonchas de mortadela.
Mi pequeño de ojos azules, mi naricilla rosa y negra, mi huellita, mi hermano mudo... te voy a echar de menos durante mucho tiempo, pero volveremos a vernos, lo sé, esperame allí donde estés que algún día llegaré y volveremos a jugar al escondite.
Te voy a querer siempre, gordito.

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