sábado, 31 de diciembre de 2011

El último día del año, y todos nos ponemos tontorrones.

Repasos, balances, propósitos, recuerdos, homenajes, sentimientos... todas esas cosas pasan por la cabeza de unos y de otros a lo largo de éste día... Y es inevitable, ninguno de nosotros, por poco reflexivos que seamos o poco dados a las ñoñerías podemos evitar sentir que con la última uva se van millones de cosas para empezar de nuevo.

En mi caso, es bastante poco poético pero me he pasado la tarde durmiendo para compensar la noche que me han dado mis muelas del juicio... Aún así (y os aseguro que he intentado resistirme) he caído en la costumbre de pensar en este último año.

Si os digo la verdad no recuerdo ni cómo me tomé las uvas el año pasado, solo recuerdo que a las 00:30 no quedaba nadie en mi casa salvo mi padre y yo esperando a que llegaran mis amigas e irnos a la fiesta... Y pensé "vaya, este año empezamos fuerte..."

Pues sí, este año ha sido fuerte: el año del cambio.

El último año de carrera, el último año de relación con el amor de mi vida, el verano de los descubrimientos, el año de Tomatelón, el otoño de la superación de dos rupturas y por último, unos días de invierno que han vuelto a demostrar que uno nunca sabe por dónde te va a sorprender la vida.

No, definitivamente no ha sido un mal año, en absoluto, y por supuesto tampoco un buen año. Soy de las que se suelen quedar con lo bueno y al final todo parece que no ha sido tan feo, pero ha habido cosas tan tan tan... pasadas XD que diría que por una vez, el bien y el mal han estado en absoluto equilibrio.

Cuando llegue el momento de tomarme las uvas... Bueno! las uvas no, porque este año he decidido que paso de obligarme a comer doce trozos de infierno de los cuales odio su sabor, que me dan asquete y me hacen empezar el año casi con arcadas... Como ya se ha demostrado que las uvas nunca me han dado ni suerte ni mala suerte, he decidido que voy a comer doce cosas agradables: doce gominolitas verdes.

Total, cuando llegue el momento de tomarme las chuches seguro que acabo emocionada como siempre, seguro que me envuelve una sensación de vértigo que ya es una vieja amiga los últimos 22 años, pero este año estoy dispuesta por primera vez (a pesar de no tener a nadie a quien besar, ni nadie que me mande un sms ofreciéndome el cielo, a pesar de que no tengo ningún plan y no sé que va a ser de mi mañana porque no tengo nada estable en absoluto) veré el nuevo año como un reto, una nueva oportunidad maravillosa con un día extra (entramos en año bisiesto, amigos) para comerme el mundo y encontrar mi futuro. Pasito a pasito y con mucho cariño hacia todos y sobre todo hacia mí misma.


No puedo despedirme de éste año sin que se pasen por mi cabeza todos vuestros nombres, personas maravillosas que no hay día que no me sorprendan o me hagan más feliz de lo que creía que podía ser, y también de todos los malos bichos que se pasean por el mundo y hacen de los buenos algo mejor, aunque solo sea por el contraste. Y también de los que ya no están, es inevitable...

Gracias a todos y cada uno de vosotros por hacerme vivir. Lo que realmente hay que pensar hoy es: "Joe, que suerte tengo de poder comerme un año más, estas asquerosas uvas".

¡¡¡FELIZ AÑO FAMILIA!!!

lunes, 12 de diciembre de 2011

EL PEQUEÑO SER QUE HABITABA UN CORAZÓN

Érase una vez una niña que vivía en un barrio normal, entre gente normal y donde nunca sucedía nada fuera de lo habitual. Se podría decir que la niña podría ser cualquiera y su entorno podría ser el entorno de cualquiera de vosotros.
Sin embargo, esa niña se sentía diferente, había algo en ella que la diferenciaba de todos los demás. Era... algo así como un brillo especial.
La gente murmuraba a su alrededor preguntándose de dónde venía ese brillo; unos afirmaban que procedía de su sonrisa; otros estaban casi convencidos de que eran sus ojos; y algunos pocos casi podían firmar porque ese brillo era su voz, que siempre sonaba alegre y serena.
Nadie parecía acertar en todas estas apuestas ya que la niña tenía un secreto, y lo guardaba muy dentro de sí. Era el secreto de su luz, el secreto de eso especial que la diferenciaba del resto: Tenía un pequeño habitante en su corazón.
Nadie en el mundo tenía la gran suerte que había tenido ella... de entre todos los habitantes del mundo, ese pequeño ser la había elegido a ella para vivir en su interior y llenarle la vida de felicidad.
Era un ser chiquitito, poca cosa. Tenía el pelo alborotado y unos ojos muy expresivos. Con una sonrisa consiguió captar la atención de ella y fue una sonrisa que no olvidó jamás.
Cuando llegó a su vida, la niña le preguntó:

- ¿Por qué yo? ¿Por qué de entre todas las personas del planeta has decidido venir conmigo?.

A lo que el pequeño ser respondió:

- No puedo darte una explicación a tu pregunta, al igual que no puedo explicarte el motivo por el que escuchar el mar ayuda a relajarnos o porqué la gente se reune al rededor de un fuego y se sienten bien. Son cosas que se hacen porque se sienten, porque te trasmiten algo. No hay una explicación de por qué te he elegido, solamente puedo decirte que he sentido una fuerza superior a mí, algo que iba más allá de lo racional y he sabido que eras tú la persona cuyo corazón quiero habitar.

- ¿Una fuerza superior a ti? ¿Como cuando intentas juntar mucho dos imanes sin dejar que se toquen pero al final, hagas lo que hagas, acaban uniéndose?.

- Exactamente, no podías haberlo definido mejor.

Así que, de este modo ese pequeño habitante se instaló en el corazón de la niña.
Al principio su hueco era pequeño, pero pronto notó los efectos de su presencia; le resultaba más fácil sonreír, y según su hueco se agrandaba, la niña notaba como la felicidad crecía en su interior y le daba fuerzas para regalar todo el amor que recibía del pequeño ser.
Pasó el tiempo y la niña creció. Para aquel entonces el pequeño ser ya tenía todo un hogar montado en el corazón de la niña, y su calor se había extendido por todo su cuerpo, haciendo de ella una mujer segura y alegre. Una mujer que brillaba y era especial.

Un día, el pequeño ser le dio una mala noticia:

- Creo que tengo que irme, niña.

- ¿Cómo puede ser? Dijo ella asustada de pronto.

- Porque tengo que seguir mi camino, igual que tú tienes que seguir el tuyo. No puedo quedarme habitando tu corazón eternamente, pero sí que dejaré mi esencia y todo lo que hemos vivido juntos para que te acompañe siempre. Aunque no lo creas, tú has hecho de mí el pequeño ser más feliz del mundo y por muy lejos que esté mi cuerpecito del tuyo, nunca nos separaremos.

La chica, se sintió triste y pensó que las cosas sería más difíciles ahora que el pequeño ser no iba a estar con ella todo el tiempo, pero comprendió poco a poco que su amigo tenía que volar y que en vez de entristecerse debía estar agradecida por la suerte que habían tenido al encontrarse, por lo afortunada que había sido cuando ese pequeño habitante la había elegido.
El hombrecillo salió una mañana sin hacer ruido ni molestarla, mientras ella dormía; y cuando notó que sus ojos se empañaban al mirarla por última vez y recordar todos esos años de felicidad, dio media vuelta y salió por la puerta. Como las lágrimas caían por sus mejillas no podía ver bien y tropezó con un objeto.

Era una pequeña brújula, muy antigua, que cabía en su bolsillo. Llevaba una notita:

"Para que siempre puedas encontrar el camino de vuelta".

Una inmensa sonrisa se dibujó en la cara de aquel ser tan especial. Por primera vez sitió que era él el que se sentía lleno por dentro y una energía renovada le dio fuerzas para caminar y buscar su futuro.

Comprendieron los dos, que pasara lo que pasara, un vínculo especial los había unido para siempre y que no importaba si uno estaba en el barrio en el que habían vivido tantos años y el otro estaba viajando por el mundo, siempre siempre siempre estarían conectados.
Por el momento tocaba vivir por separado, pero... ¿Quién sabe si sus caminos volverían a juntarse y quizá, para no separarse jamás?.

Y COLORÍN COLORADO... ESTE CUENTO NO HA ACABADO...

miércoles, 30 de noviembre de 2011

Un cuento en el que nadie durmió

Hubo un tiempo en el que para dormir, buscaba mi hueco entre tu cuello y tu pecho y escuchando tu respiración y tus latidos me dormía con una sonrisa.

También hubo un tiempo en el que las horas pasaban muy lentas mientras esperaba que volvieras a mirarme desde esos ojos.

Un día fueron realidad todos los sueños que tenía, cada noche mi cabeza creaba una historia que al día siguente la realidad mejoraba con creces.

No hace mucho tiempo aún creía en los cuentos y en las historias que nos inventabamos, y durante unos días parecía que podían hacerse realidad.

Tenía un menú diário de besos, caricias, risas, sol, piscina, cantar canciones ttiradas por los suelos, mensajitos por las noches y velas perfumadas.

Tus manos, tu sonrisa...

Erase una vez una historia de esas que se acaban, una historia de las que no sabes con qué quedarte, de las que no entiendes que ha pasado en realidad...

Erase una vez un cuento de los que no se les leen a los niños, pero que posiblemente sea el cuento más bonito que ha existido jamás.

sábado, 26 de noviembre de 2011

Mi luna y estrellas

A tí, que todavía no te conozco pero que me enamorarás con una sonrisa.
A tí, que todavía no te siento pero que tu olor me envolverá como el mejor de mis recuerdos.
A tí que todavía no te veo pero que algún día caminarás a mi lado para siempre.

Quiero decirte:
1. Que aún no lo sabemos pero yo he nacido para tí y tu has nacido para mí.
2. Que los años más felices de nuestras vidas todavía no han empezado.
3. Que no habrá un solo día en el que no sepas que te quiero
4. Que llevo años acumulando amor para regalarte durante 100 años más.
5. Que me quiero morir de risa todas las mañanas.
6. Que echaremos a cara o cruz los nombres de nuestros hijos si no nos ponemos de acuerdo.
7. Que voy a escribirte un cuento cada año que hable de pájaros, mariposas y princesas encantadas.
8. Que voy a dedicarme a hacerte felíz.

No sé cuanto tiempo tardaremos en encontrarnos, ni cuantos tropezones tendremos que darnos, pero nos encontraremos. Y aún a riesgo de parecer convencional, de alguna manera, ya te quiero.

jueves, 27 de octubre de 2011

Un amor de los que no acaban

Recuerdo esos días con un calor especial.

A la salida del colegio buscaba tu cara entre la gente, esas gafas grandes que te daban un aire tan cómico y tierno a la vez. Levantabas el brazo y corría a darte un beso.

-Hola Carmela. Vamos a casa.

Después íbamos a buscar a Javi al cole y de camino me recitabas versos de “La venganza de Don Mendo”. Fueron tantos días que acabé por aprenderme el principio de la obra.

Otras veces te acompañaba a hacer la compra y tú canturreabas canciones inventadas por lo bajini que no he olvidado aún. Recuerdo que siempre tenías las manos frías y yo te las envolvía en mis minúsculas manitas y las metíamos en tu bolsillo; era como un juego para nosotros: Calentarle las manos al Yayo.

Recuerdo tus meriendas de “Jamonjó” y tus calditos de media mañana. Tu mal genio que siempre aparecía en los momentos más insospechados, como cuando se nos caía un lápiz al suelo o nos tropezábamos.

Nos envolvías en nuestra bufanda apretándola tanto al abrigo que íbamos tiesos y casi no podíamos hablar… Ahora que lo pienso igual era una estrategia porque yo no me callaba ni un segundo.

Mirabas mis deberes y con ojo severo corregías mi caligrafía que era desastrosa, tú tan perfeccionista tratabas de enseñarme.

Todo lo arreglabas con celo, nos curabas con mercromina y reciclabas cada papel de regalo, cada folio, cada cuartilla.

Tuviste una vida difícil, la guerra, os fuisteis a Francia para huir del dolor y vuestra madre murió cuando solo tenías 10 añitos. Así, tu y tus dos hermanos salisteis adelante prácticamente solos y eso os hizo ser tan trabajadores y responsables que es un ejemplo para toda la vida.

Tus bromas, tu humor serio, tus charlas sobre política. Tú, el incorregible “rojillo” de mi vida que me hizo pensar, crecer y ver que la vida puede ser lo más maravilloso del mundo siempre que tú te lo propongas.

Un día, hace un año, nos dejaste y desde entonces he estado tratando de aprender a vivir sin ti pero contigo. Creo que lo voy consiguiendo, Yayo. Cada vez que me pasa algo malo pienso que tú lo tuviste más difícil y sin embargo no paraste de luchar, que las depresiones son para los que tienen tiempo libre y que no hay nada que un buen libro no pueda arreglar.

De alguna manera sé que no me has dejado, que sigues conmigo y aunque algún día te vayas definitivamente, estarás presente en mí y en todos los que tuvimos la suerte de vivir a tu lado, porque tu forma de ser y tu ejemplo nos acompañarán toda la vida.

Gracias por regalarme la felicidad más pura.

martes, 25 de octubre de 2011

Sueños que aterrizan

Hace tiempo que me ronda una pregunta y no encuentro respuesta...

Cuando queremos a alguien, nos pasamos el día haciendo planes, promesas y declaraciones. Es decir, ya se trate de amigos o de parejas no podemos evitar vivir pensando en el futuro:

- "Nuestros hijos se van a llamar así..."

- "Cuando nos vayamos a vivir juntos quiero poner ésta foto en el salón..."

- "Cuando tengamos 40 años seguiremos viajando todos juntos en verano..."

Y es genial, porque en ese instante nos creemos que todas esas promesas son verdad. Aún no existen, pero durante ese instante nos las imaginamos con tanto realismo que casi casi las hacemos reales.

Cuando la amistad o el amor se acaba, todas estas promesas se van, desaparecen, ya no existen ni existirán; esos hijos no nacerán, esa foto se quedará olvidada en alguna carpeta del ordenador, y esos viajes los harán otros amigos, probablmente más jóvenes...

Todas esas promesas no van a ningún sitio, punto y final. Pero lo que yo me pregunto es: ¿Dónde van los sentimientos que acompañan a esas ilusiones de futuro?

Cuando quieres a alguien, nace un sentimiento de la nada, como por arte de magia. Un sentimiento fuerte, real, casi tangible que parece que no se puede destruir. Sientes muchas cosas hacia esa persona, ternura, deseo, admiración... Y un día, por los motivos que sean, acaba todo y poco a poco todos esos sentimientos desaparecen, se van.
Pero esque me parece imposible pensar que dejen de existir.

Es decir, ya no los sientes hacia esa persona, pero... ¿Qué pasa con ellos? ¿Se guardan para la siguiente? ¿O simplemente no se crean ni se destruyen sino que se transforman en otros como la pena, el odio, o la indiferencia?

No consigo entender por qué unos sentimientos duran para siempre y otros, cuando todo acaba parece que no han existido nunca...

Puede que todo venga de mi gran duda: No sé si el amor para siempre existe.

Hace unos años, ¡Qué digo! Hace unos meses ni si quiera dudaba un segundo al plantearme si el amor eterno existía: ¡SÍ! ¡Existe! decía sin dudar. Pero hoy por hoy, no sé si es cierto. ¿Se convierte en rutina, dependencia y necesidad de estar con alguien? ¿Las parejas siguen toda la vida juntos porque tienen miedo de estar solos? ¿A los 40 años de matrimonio todavía miras a tu pareja y se te encoje el corazón o es solo un eco del pasado?

No entiendo nada del amor, creía que lo tenía claro y ahora todo lo que tengo son dudas, pero hay algo que todavía sé seguro: Tendré que vivirlo para entenderlo.

Probablemente jamás encuentre una respuesta a todo ésto, o igual me la puede dar alguien. Igual con 80 años puedo escribir un libro con todo lo que he aprendido y tengo respuestas para ésto y más, pero hoy por hoy, puedo decir que soy una cría que no tiene ni idea de cómo funciona ésto.

A ver si la sabiduría de alguno de vosotros me ilumina, y si no, pues lamentémonos juntos de lo complicado que es éste tema tan profundo y filosófico; tan complicado de entender porque entran en juego sentimientos que lo entorpecen todo.

Mientras busco respuestas os hago una pregunta: Si alguna vez habeis querido y después habeis dejado de querer ¿Dónde ha ido todo lo que sentíais?

jueves, 13 de octubre de 2011

No es lo que parece

El lunes pasado la señorita Cobos y yo vivimos una situación bastante sublime que demostró que las cosas no son lo que parecen y además que un embrague puede dar mucho juego.

Es bastante difícil de contar, y es una pena que no pueda representároslo, pero fue muy divertido y voy a intentar plasmarlo tal y como pasó.

Ceci llevaba un par de días quejándose de que el embrague de su coche iba mal y pude comprobarlo porque cada vez que tenía que cambiar de marcha hacía un ruido bastante preocupante y Ceci apretaba los dientes porque tenía que pisarlo mucho más a fondo de lo normal.

Cogimos el coche para ir a cenar a Madrid cuando empieza a pisar el embrague y no entra la marcha atrás, así que, inteligentemente decidió usar su pié derecho para pisar mas fuerte, por fin entró la marcha y Ceci descubrió que tenía que soltar el embrague para pisar el acelerador ya que estaba usando el pié contrario, así que ya le empezó a dar la risa y por lo tanto, a llorar como una señorona, así que yo me ofrecí a pisar el embrague para que pudiera cambiar de pié:

Ni corta ni perezosa me agaché bajo el volante y metí medio cuerpo hasta que llegué con mis manos al embrague, dejando mi culo en pompa a la vista de la población entera de Majadahonda.

Ceci no paraba de reír y yo le pedía a gritos que soltara ya el pié y pisara el acelerador, incluso llegué a ofrecerme a hacerlo yo, con mi otra mano libre, pero la señorita no se fiaba de mi.
Cuando consiguió hablar entre carcajada y carcajada dijo dos cosas:

- ¿Por qué nos mira la gente? ¡Que nos hagan una foto por favor!
Y:
- No puedo mover las piernas para llegar al acelerador.

Vale, la cosa estaba jodida, a mi la sangre ya me bombeaba en la cabeza, Ceci no paraba de reír así que movía la tripa y me hacía darme cabezazos contra el volante y encima la gente (por lo visto, ya que yo tenía la cabeza en el subsuelo) se paraba al rededor del coche a mirar... Lógico, oían a Ceci gritar, poner caras raras y mi culo en pompa sobresalía cerca de su cara...

Desesperada le pedí a Ceci (que se lo estaba pasando muuuy bien) que pusiera punto muerto y me dejara vivir fuera de aquel micro clima que se había creado donde yo respiraba, cuando ella trató de echar mano a la palanca de cambios descubrió que yo la tenía clavada en la tripa y no podía moverla porque me haría el Harakiri.

No nos quedó otra opción que soltar el embrague y calar el coche; antes de eso le rogué a Ceci que me abrazara la cabeza y la tripa para que no me abriera en canal con el golpetazo que iba a dar el coche...


Por fin salí de allí y pensé, si nos llega a ver Vicen, a ver como le habríamos explicado ésto...

Y esa fue nuestra gran aventura del lunes pasado, las consecuencias: unas cuantas lecciones sobre psicomotricidad y un dolor de abdominales bastante importante, además, Ceci perdió algo de retención de líquidos de tanto llorar de la risa.

No lo olvidéis, amigos, los pedales del coche están especialmente pensados para pisar con los pies izquierdos y derechos por alguna razón, y nunca nunca nunca, tratéis de desafiar la ingeniería invertiendo el proceso.

miércoles, 12 de octubre de 2011

Mensajes del pasado

Ésto es algo que escribí el 14 de Agosto de éste año. Yo no sabía todo lo que iba a cambiar pero casualmente escribí algo que al encontrarlo hoy he visto que no me vendría mal aplicarme el cuento a día de hoy. Es algo confuso porque no lo escribí pensando en pubicarlo, pero tiene importancia para mí. Aquí lo dejo, a ver si al publicarlo me lo creo un poco...:

Nadie tiene derecho a condicionar tu felicidad.

Cada vivencia, cada triunfo y cada caída tiene una repercusión en nosotros mismos, en nuestra forma de vivir y de plantearnos la vida, pero solo nosotros somos los responsables de cómo decidimos vivirla.
Siento que llevo años atrapada en ésta reflexión: atrapada en un punto muerto en el que tengo que decidir hacia dónde tiro.
Llevo años culpando a mi pasado y a otras personas de lo que me pasa en el presente y sólo consigo comprender de refilón que cambiar, ahora solo depende de mí.

Ya está bien de culpar al pasado o llegará un momento en el que solo yo seré la responsable de mi pena.

No puedo permitirme regodearme en esos años para justificar mis miedos en el presente; los que me hacían daño no se lo merecen, ni si quiera les importa, pero sobre todo no puedo permitírmelo por mí. Me merezco darme a mí misma la oportunidad de valorarme y de aplicar de una vez todos esos deseos de ser feliz.
Sé como se hace, sé cual es la manera, pues bien, ahora toca mirarse en el espejo y sin miedo aceptarme tal y como soy y sobre todo valorarme. Es el momento de ateverse a decir: "Aquí estoy yo" y no asustarse al oírme.

Ya no importa lo que pasó y no tiene sentido buscarle un por qué. Ahora solo importa el presente y un futuro que en gran parte está en mis manos y quiero construirlo con amor y cuidado, porque al final de la vida, cuando se acaban tus días, ¿Que puede importar más que haber sido feliz?

Ahora toca cuidarme, pensar en mí, hacer lo que de verdad me apetece hacer y pasar de una vez de lo que opine el resto.

Me llamo Carmen Barrocal, tengo 22 años y mi vida empieza de cero cada mañana que me levanto. No manda el pasado, mando yo y quiero VIVIR.

jueves, 6 de octubre de 2011

La Bella y la Bestia

Hace unos días volvió de entre las sombras un recuerdo de mi infancia que debí bloquear en algún momento.
Realmente no sé por qué no lo he recordado antes, porque es una anécdota muy divertida. He decidido bautizarla como mi gran momento "penogracioso":

Veréis, en mis años de colegio no me caracterizaba por tener muchos amigos, por lo que pasaba muchas horas en la biblioteca. En las horas del patio y las del comedor solía irme a leer y hacer los deberes en esa pequeña sala que solía estar vacía. La profe que llevaba la biblioteca me cogió mucho cariño y un día me dijo muy ilusionada:

- Carmen, voy a organizar un festival de canciones de Disney y como tu haces teatro... dime de quién quieres hacer que todavía no se lo he dicho a los demás niños.

Yo, lógicamente, respondí sin pensármelo:

- ¡¡¡De la Bella!!!

Hasta aquí todo bien, no tengo amigos, pero tengo libros y cuentos y la profe me deja hacer de Bella en un festival en el cole... ¡Pues no! En aquel lugar nada podía ir bien durante mucho tiempo... El día antes del festival, la profe me comentó que ningún niño había querido hacer de Bestia pero que tenía una solución:

Pensaréis: Lo hizo la profe...

No, no... ni corta ni perezosa me enseña dos folios pegados con celo con una imagen de la bestia pixelada porque la había ampliado demasiado y con una sonrisa en la boca me cuenta que si lo coloreo y lo pego en la pared cuando salga al escenario el problema estaría solucionado.

Así que me fui a mi casa, con mi póster de la Bestia, lo coloreé durante toda la tarde y al día siguiente salí al escenario con el cartelito, lo pegué y empezó la música.
Lo mejor de todo es que la canción incluía partes donde cantaba la Bestia así que mientras no me tocaba cantar, yo miraba el póster con ojos amorosos.

Y allí estaba yo, en un colegio donde nadie parecía apreciarme demasiado (parece ser que ni si quiera la profe de la biblioteca), haciendo el panoli pero sin parar de sonreír. Lo sorprendente es que yo no recuerdo sentirme humillada, me pareció normal y no dudé ni un momento de que estaba saliendo bien...

No parece que el resto de la gente lo viera igual, ya que las profesoras del comedor debieron sentir tanta pena que durante esa semana me perdonaron más comida de lo habitual.


Y esa, amigos, es mi gran historia "penograciosa". Yo tenía 10 años y ahora con 22 no puedo parar de reírme solo de recordarlo. No os lo toméis con pena, porque no lo es; todos tenemos momentos vergonzosos en la infancia y la mejor opción es reírnos de ellos; ¿Qué otra cosa podemos hacer si no?

http://youtu.be/A4xc4iHcOJk

miércoles, 5 de octubre de 2011

SONRÍE COÑO, QUE ESTÁS MAS GUAP@

Igual soy yo, igual solo me lo parece a mi, pero últimamente no paro de observar que la gente no hace otra cosa que complicarse la vida.

Se nos presenta una situación dificil y vale, no podemos evitarlo, pero en vez de buscar el camino que lo facilite, vamos nosotros ¡Y lo empeoramos!.

Absolutamente todo lo que nos pasa, pero especialmete lo malo, nos pasa para llevarnos a algo mejor. No solo porque de todo lo malo aprendemos y eso nos hace ser mas experimentados, más fuertes y más valientes; sino porque la vida al final siempre llega a un equilibrio.

El otro día vi un capítulo de "Cómo conocí a vuestra madre" y Ted Mosby decía que esa noche había sido una de las peores de su vida, pero que le había llevado a mil noches maravillosas. Y eso es precisamente lo que debemos pensar

Podemos atribuirle lo que nos pasa a Dios, al destino, a la casualidad o simplemente a la vida, pero nada pasa porque sí. Todos los cambios nos llevan a algo bueno, lo que pasa es que no nos damos cuenta.

Por eso, sal a la calle y enfréntate a la vida con nuna sonrisa en la boca. Y si te da una bofetada, no digo que se lo agradezcas, pero recogela y devuélvesela de buen humor. No te compliques que la vida ya es suficientemente complicada por sí sola, relájate y disfruta porque la vida son solo dos días y lo jodido es que es verdad.

Que cuando acabe tu vida no tengas que plantearte si supiste disfrutarla.