jueves, 6 de octubre de 2011

La Bella y la Bestia

Hace unos días volvió de entre las sombras un recuerdo de mi infancia que debí bloquear en algún momento.
Realmente no sé por qué no lo he recordado antes, porque es una anécdota muy divertida. He decidido bautizarla como mi gran momento "penogracioso":

Veréis, en mis años de colegio no me caracterizaba por tener muchos amigos, por lo que pasaba muchas horas en la biblioteca. En las horas del patio y las del comedor solía irme a leer y hacer los deberes en esa pequeña sala que solía estar vacía. La profe que llevaba la biblioteca me cogió mucho cariño y un día me dijo muy ilusionada:

- Carmen, voy a organizar un festival de canciones de Disney y como tu haces teatro... dime de quién quieres hacer que todavía no se lo he dicho a los demás niños.

Yo, lógicamente, respondí sin pensármelo:

- ¡¡¡De la Bella!!!

Hasta aquí todo bien, no tengo amigos, pero tengo libros y cuentos y la profe me deja hacer de Bella en un festival en el cole... ¡Pues no! En aquel lugar nada podía ir bien durante mucho tiempo... El día antes del festival, la profe me comentó que ningún niño había querido hacer de Bestia pero que tenía una solución:

Pensaréis: Lo hizo la profe...

No, no... ni corta ni perezosa me enseña dos folios pegados con celo con una imagen de la bestia pixelada porque la había ampliado demasiado y con una sonrisa en la boca me cuenta que si lo coloreo y lo pego en la pared cuando salga al escenario el problema estaría solucionado.

Así que me fui a mi casa, con mi póster de la Bestia, lo coloreé durante toda la tarde y al día siguiente salí al escenario con el cartelito, lo pegué y empezó la música.
Lo mejor de todo es que la canción incluía partes donde cantaba la Bestia así que mientras no me tocaba cantar, yo miraba el póster con ojos amorosos.

Y allí estaba yo, en un colegio donde nadie parecía apreciarme demasiado (parece ser que ni si quiera la profe de la biblioteca), haciendo el panoli pero sin parar de sonreír. Lo sorprendente es que yo no recuerdo sentirme humillada, me pareció normal y no dudé ni un momento de que estaba saliendo bien...

No parece que el resto de la gente lo viera igual, ya que las profesoras del comedor debieron sentir tanta pena que durante esa semana me perdonaron más comida de lo habitual.


Y esa, amigos, es mi gran historia "penograciosa". Yo tenía 10 años y ahora con 22 no puedo parar de reírme solo de recordarlo. No os lo toméis con pena, porque no lo es; todos tenemos momentos vergonzosos en la infancia y la mejor opción es reírnos de ellos; ¿Qué otra cosa podemos hacer si no?

http://youtu.be/A4xc4iHcOJk

1 comentario:

  1. ains Carmen...lo que me hubiera gustado verte encima del escenario mirando con ojos amorosos a un cacho de papel

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