El otro día descubrí algo que me resultó muy curioso:
Nuestros besos cambian según las costumbres de los besos de los demás.
Hablo, lógicamente, de besos en la boca ya que los besos en la cara (o en otra parte) tienen mucho que contar, pero no tanto.
Quiero decir que cuando besas a alguien con cierta frecuencia te adaptas a unas normas comunes de los dos. Se crea un beso único que solo tú y la otra persona podéis reproducir. Y después de ese beso, se queda algo en ti quede alguna manera transmites al siguiente que besas.
Es como si el mundo entero estuviese conectado a través de la huella que vamos dejando al besar. Una conexión de ternura, pasión y saliva que se extiende por el mundo de boca en boca sin distinción de sexo o nacionalidad.
¿Alguna vez habéis besado a alguien que hacía tiempo que no besabais y en ese tiempo ambos habéis besado a otra persona? Es muy curioso porque resulta imposible volver a besarse como antes, los dos han incorporado a sus besos nuevas costumbres.
Pero yo me pregunto, ¿Son los besos los que cambian por las personas o somos nosotros los que cambiamos de personalidad según lo que vivimos y eso repercute en loa besos?
Me parece bonito pensar que en nuestra forma de besar esté impresa nuestra historia, el recuerdo de lo que otros besos y besadores nos han hecho vivir.
No tengo muy clara la respuesta a mi pregunta, creo que seguiré una investigación empírica exhaustiva.
Podéis contarme vuestras experiencias a ver si entre palabras y besos llegamos a una conclusión.
Y como no... Para despedirme os mando un beso (sin distinción de sexo o nacionalidad) de esos que solo yo y cada uno de vosotros podemos crear.
No hay comentarios:
Publicar un comentario